Saturday, April 14, 2012

El desecho del tiempo



"Pasará el tiempo, pasará también el dolor de Kirílov, pero esta convicción, injusta, indigna de un corazón humano, no pasará, y permanecerá en el ánimo del doctor hasta la misma tumba".- Anton Chéjov del cuento "Enemigos"                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        


Buscaba la salida rápidamente del bar en el que me encontraba, pero el encargado de la seguridad del sucio lugar fue más intrépido que yo y me localizó antes de que yo pudiera escapar. Al momento de encontrarme, clavó su puño en una de mis costillas, no sé si la fracturó pero dolió bastante. Después, su segundo golpe fue dirigido hacia mi mejilla izquierda, me tomó de la chaqueta y me lanzó hacia la calle. Cumplió su trabajo de sacaborrachos con éxito (aquella noche él ya podría llegar a su casa y decir que desquita bien la paga además de que desempeña su labor excelentemente, a costa de mi integridad o de la de cualquier desgraciado que altere el orden en el lugar de su jurisdicción).

El sentido de la realidad lo tenía perturbado, me acababan de propinar dos golpes dignos de cualquier pelea de campeonato mundial. Busqué inmediatamente un lugar para apoyarme; una banqueta era buena opción para volver al mundo real, había incesantes mareos en mi cabeza que me confundían sobre qué diablos había pasado cinco minutos atrás.

Como pude, logré sentarme en la banqueta más cercana a la golpiza que me habían propinado, noté que al escupir la sangre corría de mi boca, cosa que no me sorprendió pues era signo de que seguía vivo; pude haber muerto a manos del patán de seguridad pero el destino me tenía preparada otra sorpresa antes de que la noche acabara (o tal vez mi vida).

Al sacar el tercer escupitajo todavía con sangre una voz ronca y casi inentendible me preguntó:

- ¿Una noche difícil, chico?
- Nada que no pueda resolver, hombre- levanté la mirada mientras limpiaba la sangre de mi boca-. Ha sido una noche rara digamos.

Noté que tenía a un viejo a lado mío de aproximadamente unos 70 años con olor a borracho e imagen decadente.

Era una noche rara y se ponía aún mejor.

El viejo sacó una botella de mezcal, dio un sorbo y me invitó a darle unos cuantos tragos. Yo ni tardo ni perezoso comencé con la batalla por vaciar el líquido de aquél recipiente, quería olvidar lo que había pasado 10 minutos antes, los golpes seguían doliendo pero el mezcal apaciguaba las heridas.

Comenzamos a contemplar la noche el viejo y yo desde aquella banqueta, dándole guerra a aquella botella de mezcal sin decir palabra alguna, no había nada que decir, yo quería olvidar mi vida de alguna forma y el viejo no sé qué intenciones tenía, pero no me preocupaban pues me invitó mezcal y eso ya era un gran avance en nuestra amistad.

Todo continuaba silenciosamente hasta que el viejo soltó la segunda pregunta de la noche:

-¿Crees en el tiempo?

Noté algo de rencor en su pregunta, no sabía las intenciones de esa pregunta, no supe qué demonios contestar, tampoco se me ocurría nada, mi mente comenzó a maquinar la respuesta y de mi boca con esencia a mezcal salió un:

-Quisiera no creer en él pero creo ese es el destino de todo ser humano, creer en eso que se llama tiempo, todo mundo se ata a él de alguna forma. Es parte del proceso evolutivo del ser humano, amarrar sus glorias y derrotas al tiempo.

Noté una sensación de soberbia del viejo al momento de escuchar mi respuesta, cosa que me molestó pero no hice caso y seguí admirando la oscuridad del cielo, el mezcal comenzaba a aterrizar mis sentidos y me sentí el ser más vulnerable del mundo.

Te contaré algo – el viejo interrumpió el silencio -. Yo nunca he creído en el tiempo, no me importa qué hora marca el reloj, en cuál día se vive, no sé mi edad; la deje de contar hace mucho, no sé en qué año estamos, todo por una estúpida pero justificable razón.

-¿Cuál es esa razón?

- Que la vida me importa un carajo, desde que perdí todo por una maldita obsesión supe que era tiempo de dejar de creer en el tiempo, el tiempo no cura nada ni el tiempo mejora nada, el tiempo es un aliado que tiene todo ser humano, un aliado soberbio que juega a ser Dios pero bastante tramposo. Es por eso que desde hace no sé cuando dejé de vivir con aliados inútiles, uno de ellos el tiempo. No es cuestión de nihilismo o alguna mierda de esas, así es la cosa y ya.


Al principio no sabía qué demonios querían decir las palabras del hombre pero después comencé a razonar que tal vez tenía sentido todo aquello que me decía el viejo. Siempre he creído que esperar te hace un hombre paciente pero en realidad puedes ser paciente en el momento que sea sin que tengas que esperar nada.

Era una noche de bastantes cuestionamientos filosóficos, mi cabeza comenzaba a sufrir un dolor incesante y comencé a sudar por todo el cuerpo, el mezcal casi estaba por terminarse y yo no sabía qué demonios hacer, ni con mi vida ni con mi ex mujer, ni con el asunto que nunca finalicé con alguna imbécil, de esas que reinan y controlan el mundo.

Comencé a recordar los diez minutos finales de la vida Chéjov: dos minutos antes de que él gran escritor falleciera bebió champán sin alguna preocupación y sin importarle su estado convaleciente ante su lecho de muerte.

El tiempo, el tiempo, el tiempo – pensé- estúpido e incesante tiempo, corres como si fueras algún auto de fórmula uno y corres hacia el holocausto. Dame una razón para creer en ti o de una vez acaba conmigo o con el planeta tierra, ya hay mucha mierda aquí para que no llegues a tú final, porque aunque seas el tiempo tú también tendrás tu última etapa y sonreiré ya sea desde mi tumba o desde cualquier lugar en el que me encuentre cuando te llegue tu tiempo, imbécil y estúpido tiempo. Una guerra pérdida luchar contra ti.

El viejo dio el último sorbo al mezcal, me dio una palmada en la espalda y me dijo:

-Tal vez es hora de que comiences a olvidarte del tiempo, una paradoja pero créeme es buena idea.

El hombre se paró y se fue.

Yo me mantuve inerte hasta que amaneció, noté que el cielo ya no era obscuro y la vida tomaba su curso normal, yo seguía igual de vulnerable desde aquella banqueta y decidí pararme para ir a comprar una botella de champán.

Uno nunca sabe cuándo serán sus últimos dos minutos en este mundo.

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